lunes, 7 de septiembre de 2009

"El reloj" de Haydn

De la sinfonía 101 de Joseph Haydn me encuentro esto:

EL RELOJ


Claro, el segundo movimiento, el que da nombre a la obra, “El reloj”, y sólo faltaría que este movimiento no estuviera, porque sería para empezar a darse de cabezazos...el caso es que el resto de la sinfonía (con sus cuatro movimientos), no los encuentro.

En fin, vamos a lo serio.
La sinfonía 101, es una de las sinfonías londinenses de Haydn, nombre de sencilla explicación, sino porque el austriaco fue contratado para ir a Londres y componer a cargo del músico y empresario alemán, afincado en Londres, Johann Salomon (claro, con reyes de Hannover y con la música nacional muerta, había que importar músicos).
La verdad es que el tal Salomon se buscó a un gran compositor, porque él no lo era tanto, pero se involucró mucho con la creación de la obra de Haydn, que fue “diseñada” para lucimiento de su grupo musical, de sus propios sólos, llegando incluso a componer secciones de la obra de Haydn, que el compositor luego tenía que engarzar en su propia obra.
No es el caso de está parte, pero no deja de ser importante resaltarlo, ya que nos hace ver que estas obras no son fruto de una total libertad de Haydn para componer. En realidad para los compositores de aquella época, la mayoría de sus obras eran contratadas, pero en este caso son contratadas y controladas en la busqueda de un objetivo, que no cabe duda que era un objetivo comercial y de prestigio por parte de Salomon.

La sinfonía tiene sus cuatro movimientos, pero como lo encontrado es el segundo movimiento, no queda otra que hablar de esto sólo.
En realidad el segundo movimiento es el principal de la sinfonía, a la que da nombre, es una de esas piezas evocadoras que me gustan a mí tanto, y el nombre lo explica todo...como ejercicio está el ponerse a decir “tic-tac” para uno mismo mientras escucha la obra, y llegará un momento en que nos sentiremos dentro de la misma composición.
La pieza en sí es un ejemplo perfecto de la melodía puesta a disposición de la rítmica, y no al revés como suele pasar la mayoría de las veces.
Por pura lógica, el tiempo de un reloj es obstinado, lento, sin fin, uniforme, como corresponde a las mentes racionales de aquella época (ilustración), por tanto tenemos al fondo instrumentos marcando el tiempo en un pianísimo (claro, salvo en las florituras finales en las que se adaptan a la melodía como acompañamiento, porque es lo que hace bonito).
Puede sonar fuerte lo que digo, pero la melodía principal que es cristalina, bonita, pero en esta pieza, no es lo principal, porque da la impresión de que la pieza fuera una evocación a unas minúsculas vidas yendo por el mundo al ritmo de un reloj.
El tempo del movimiento es un andante, como no podía ser de otra manera, porque andante es literalmente el tiempo de un paseo a paso normal, perfecto para el reloj, constante y preciso.
Sobre la tonalidad, es un Re mayor, porque es una tonalidad muy adecuada para música de violín, por la afinación de sus cuerdas y porque precisamente produce este tipo de sonido glorioso y cristalino tan propio de la época (cosa de los armónicos de los que ya hablé alguna vez).

No hay comentarios:

Publicar un comentario