viernes, 24 de julio de 2009
Inglaterra
Esto último, muy bonito, me hace pensar en John Ronald Ruelen Tolkien, el escritor del Señor de los Anillos, que aparte de otras muchas cosas, persona de gran cultura, católico, amante de las sagas celtas y nórdicas, pero sobre todo y ante todo era inglés, uno de los aspectos de su obra de ficción es ese, el ser inglés, para Tolkien, su Inglaterra, de casas solariegas rodeadas de verdes prados con pequeñas colinas también verdes, era en de la Comarca de los Hobbits, amantes del buen comer, de la tranquilidad, del tabaco en pipa fumado delante del fuego del hogar mientras leía un buen libro.
Frente a eso, está el hecho británico, que Tolkien considera confrontado a la naturaleza real del inglés, importado por dinastías siempre extranjeras (recordemos que los reyes de Inglaterra jamás han sido de familia inglesa desde tiempos de las conquistas danesas, y que en tiempos de Tolkien y aún, es una dinastía alemana, la Hannover, renombrada como Windsor por corrección política).
Para Tolkien el hecho británico eran las ciudades atestadas de gente, la contaminación, las fábricas, en fin, la eliminación de su Inglaterra soñada, de costumbres simples, pudieramos llamarlo, costumbres provincianas, frente al comerciante y beligerante británico.
En sus obras, como ya he dicho, lo inglés es la Comarca, y lo británico, es la corrupción, representada por lo malvado, sobre todo centrada en la destrucción que se lleva a cabo en los momentos de la obra, por las huestes del mago Saruman (aunque Saurón también, pero lo de Sauron ya ES, lo de Saruman ESTÁ en proceso de corrupción).
Y en el fondo, este himno representa esa Inglaterra soñada y añorada, que en su momento se vio tan presionada por la política de la entonces primera potencia mundial.
La obra de Tolkien tiene muchas otras interpretaciones, sobre todo una religiosa, porque la verdad luego la obra en si tiene unos personajes bastante planos, pero todo es un medio para expresar la visión de la vida del autor, una imagen.
PD: sí, soy muy friki, ¡y qué!
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